jueves, 4 de diciembre de 2014

Cinco escariegos en Madeira (3ª parte)

Retomamos la crónica del viaje...

[Nota: Hemos editado los dos post anteriores, pues no se visualizaban los vídeos correctamente]


15 DE NOVIEMBRE

Nos levantamos temprano, a las 7:00 h. los más madrugadores. Hoy tenemos un descenso relativamente largo -el Ribeira do Inferno- para el que obligadamente necesitaremos dos coches, tema que todavía tenemos pendiente de solucionar. Decidimos no desayunar en casa, sino hacerlo ya en São Vicente, donde también cogemos algo para comer en el barranco. Tras desayunar nos dirigimos a la parada de taxis local, donde rápidamente llegamos a un acuerdo con uno de los taxistas (que todo sea dicho, no era la primera vez que realizaba esta combinación de coches para barranquistas).
Dejamos nuestro coche en la salida del barranco, en el puente de la antigua carretera costera, y ya medio equipados nos metemos al taxi, que nos sube -a los cinco y los petates- hasta la entrada del Parque Empresarial de São Vicente. Pagamos y nos despedimos del taxista, muy amable, como todos los madeirenses con quienes hemos tratado. Nos da su tarjeta, por si en los próximos días necesitamos de nuevo sus servicios.

Parecía que el pronóstico se equivocaba, y felizmente no llovía, si no que íbamos a tener buen día. Acabamos de repartir el equipo en el mismo lugar donde habíamos dejado el coche para hacer el cañón de Passo. La aproximación del Inferno coincide por completo con la realizada dos días antes, y una vez llegados al inicio del Passo inferior continúa por la levada da Fajã do Rodrigues, que aquí discurre a través de un largo túnel de más de un kilómetro.

Preparándonos para la aproximación.

Superado el túnel nos adentramos en la garganta del Inferno, por cuyas selváticas y verticales paredes discurre la levada, en un ambiente realmente fantástico. La levada da Fajã do Rodrigues nace en el inicio mismo del descenso deportivo del Inferno. Allí nos calzamos los neoprenos y nos terminamos de equipar. La verdad es que teníamos muchas ganas de realizar este cañón; habíamos leído y oído hablar muy bien de él. Un cañón con más de 3 km de desarrollo y casi 600 m de desnivel, sin escapes y con ventipico rápeles, aunque con pocas dificultades técnicas y sin grandes verticales. De caudal parecía que iba alegre, y sabíamos que contaba con bastantes afluentes, pero consideramos que entrábamos con un margen aceptable y que no iba a darnos problemas.


Inicio de la levada y del barranco.

El barranco comienza con un bonito rápel desde un árbol, alejado del caño de agua, pero que nos deposita en una poza encajada de gran ambiente. A partir de aquí el resto de la jornada fue una concatenación de rápeles -pequeños y medianos- y de tramos de marcha entre bloqueras, de continuo por el fondo de una garganta profunda y de cauce estrecho y encajado, sombrío en largos tramos. Son numerosos los pequeños afluentes que forman aéreas cascadas por las paredes del cañón dando un ambiente espectacular. En fin, que como se puede ver por la descripción, el descenso no nos defraudó, sino todo lo contrario.
La mayor cascada es de unos 40 m., cómodamente fraccionada y de gran ambiente, en la confluencia con un curso tributario que cae en cascada volada por la derecha. El caudal se fue incrementando progresivamente merced a los muchos pequeños afluentes, y en los últimos rápeles el agua pegaba duro. El tramo final, de unos centenares de metros por bloquera y sin rápeles, lo hicimos con las últimas luces del día, día que disfrutamos de principio a fin.



















Sin duda todos coincidimos en que el Inferno es una actividad muy recomendable. Realmente un cañón cinco estrellas, con un grado de encajamiento y una continuidad del mismo que raramente se encuentran y del que rinden cuenta las fotos.

Más fotos de este descenso en el blog 'Foces y Beyos' pinchando aquí.

Y algunos vídeos (sin editar) de este cañón:



Nos cambiamos y nos vamos directamente para Seixal. Duchas, cena, y algunos se animan a salir por los bares del pueblo. Es sábado noche, y mañana hemos decidido -parte meteorológico mediante- que habrá que descansar.


16 DE NOVIEMBRE

Todos nos levantamos tarde, en mayor o menor medida, y está claro que dedicaremos el día al turisteo. Ya al mediodía nos acercamos hasta Porto Moniz, localidad cercana -capital del concelho homónimo- que aún no habíamos visitado y que es algo más turística que Seixal, mas sin serlo tanto como las zonas del sur de la isla. Comimos allí, y por la tarde visitamos el acuario de la localidad, modesto.

Ilheu Mole, frente a Porto Moniz.


En el acuario de Porto Moniz.

Parada en Seixal, y poco después decidimos movernos. Nos dirigimos a Ponta Delgada, pueblo en el que al llegar descubrimos que se celebra una fiesta, aunque no llegamos a enterarnos de qué se festejaba. Tomamos unas cervezas al son de una mini orquesta, y después de una hora o más en el pueblo, emprendimos el regreso a Seixal, donde cenaríamos y todavía nos animaríamos a tomar algo y jugar unos billares en uno de los bares de la villa. Hasta una hora prudencial, eso sí, que al día siguiente tocaba barranquear otra vez.


Aunque la previsión meteorológica había anunciado una especie de diluvio, lo cierto es que no estuvo tan mal día, y que llovió bastante menos que en algunos de los días precedentes. En cualquier caso el cuerpo pedía descanso.


17 DE NOVIEMBRE

Para este día teníamos programado la Ribeira do Água Negra, tramo superior, uno de los barrancos situados en la cabecera de la Ribeira da Janela, en el área de Paúl da Serra, una altiplanicie por encima de los 1000 m. de altitud. Nos pillaba en una zona más o menos próxima, pero no tanto como los barrancos realizados hasta ahora, por lo que nuevamente se hizo necesario madrugar. Para realizar este barranco es obligada la combinación de vehículos, y aunque pensábamos contratar un taxista para ello, finalmente Victoria, que andaba algo malucha, decidió no entrar al barranco y hacernos ella la 'navette' con el coche.

Despertamos ya con dudas, pues había llovido con fuerza toda la noche y aún llovía con intensidad por la mañana. La cascada final del João Delgado (nuestra particular y visual estación de aforos) había incrementado notablemente su caudal, lo mismo que las cascadas del Lombo y de Moinho, que también veíamos evolucionar desde la terraza de casa.
No obstante el cañón del Água Negra superior está en el nacimiento de ese río, y ahí tiene todavía una cuenca modesta, por lo que confiábamos que el caudal estaría aceptable y el cañón practicable.

Desayunamos y aún lloviendo dejamos Seixal. Al pasar por Porto Moniz jarrea aún con más intensidad. Sin embargo según vamos a ascendiendo hacia Paúl da Serra los chubascos dejan paso a una lluvia más fina, casi orbayu, a la vez que la niebla se va cerrando sobre el coche. Ya en la planicie el viento sopla con fuerza, aunque no disipa la niebla, y orbaya. Un día bien desapacible. La niebla cerrada nos mosquea, aunque en principio el acceso al barranco no tiene pérdida. Se nos va arrugando el gesto, y cuando finalmente salimos del coche, el viento y la baja sensación térmica terminan por desanimarnos. No hay muchas ganas de ponernos el neopreno, la niebla nos preocupa y no las tenemos todas con nosotros en cuanto al caudal... así las cosas decidimos cambiar de planes sobre la marcha, sin tener muy claro si barranquear en otra zona, o si dedicarnos al turisteo y a observar la lluvia. En cualquier caso, la cascada de 70 m. del Água Negra superior quedará para mejor ocasión.

Descendemos de Paúl da Serra hacia la costa sur por Madalena do Mar, y tomamos algo en Ribeira da Tabua, cerca de Ribeira Brava. Sigue lloviendo a ratos, pero menos que en la costa norte.

Así las cosas, decidimos aprovechar la jornada para subir a ver la cabecera de la Ribeira das Fontes, el barranco que tenemos en mente abrir. Nos dirigimos en coche hasta Pomar da Rocha, aldea situada muy cerca del inicio del cañón. El mapa topografico (en su segunda edición) marca un camino que desciende por la vertiente del barranco hasta Meia Légua, en el fondo del valle. Decidimos comprobar el camino que ya habíamos visto desde abajo (una continua escalera, cómo no) y echar una ojeada al barranco desde él. Comienza a llover con fuerza y un vecino nos informa que el camino está cortado desde hace unos años, por un argayu creemos entender. Bajamos no obstante hasta donde se puede, y efectivamente el camino está cortado por un gran desprendimiento antes de que doble la loma y dé vista al cañón. Regresamos al pueblo, y de la que subimos charlamos con el mismo vecino, que nos informa que otro camino que marca el mapa topográfico (en realidad este camino aparece en la primera edición, pero no en la segunda) cruzando el barranco justo por debajo del pueblo tampoco existe. No vamos ni a comprobarlo. Regresamos al pueblo, y desde la plaza del mismo, que actúa como mirador sobre la parte superior del barranco, vemos que los bancales de la otra vertiente del valle están todos abandonados, y que el camino que antaño les dio servicio debía discurrir por la parte alta del valle, más arriba del pueblo.

Pomar da Rocha.

Huertas abancaladas en Pomar da Rocha, al fondo la cascada final del barranco de Ribeira Funda (el de Meia Légua, no el que descendimos nosotros).

Camino entre Pomar da Rocha y el fondo del valle.

Ya que desde el pueblo de Pomar da Rocha tampoco se puede acceder al cañón, decidimos prospectar valle arriba, por donde el paisano nos había comentado que había un camino agrícola. El camino (escaleras) nos mostró la configuración de la parte superior del barranco, y los distintos accesos a la misma, cómodos y evidentes. Comprobamos la existencia de al menos dos cascadas grandes (35 y 50 m. quizás?) y alguna pequeña en aquel tramo. Por debajo de la mayor ya no había escape posible, al menos evidente o accesible sin escalada, hasta más abajo de la cascada de 100 m. que habíamos observado desde el fondo del valle. Por otra parte por debajo de la cascada de 50 m. la roca parecía de muy mala calidad, no se apreciaban capas basálticas consistentes ni bloques de esta roca, sólo roca 'cerro' de apariencia muy deleznable y de color rojo vivo. Charlamos un poco con otro paisano del pueblo, un señor mayor muy amable.

Prospectando los caminos de la cabecera del valle.

Cascada visible desde el pueblo.

Volvimos para Seixal con sensación de que aquel proyecto se nos quedaba grande, al menos con el equipamiento que llevábamos. En total eran 400 m. de desnivel, 300 de ellos sin escapes y con varias grandes verticales, con un amplio tramo central cuya configuración y litología desconocíamos. Los taladros que traíamos con nosotros no disponían de tanta autonomía como para plantear una apertura así en una única jornada, y abrirla en dos se complicaba ante la ausencia de escapes...

Cascadas finales de la Ribeira das Fontes.

En Seixal descansamos un rato, y después fuimos a visitar las Grutas de São Vicente, unos tubos volcánicos utilizados como cueva turística de forma anexa a un centro interpretativo sobre el vulcanismo de Madeira. Para todos nosotros tuvo el interés de visitar por primera vez un tubo volcánico de cierta longitud, pero nos decepcionó bastante el estado de conservación de la cueva, con mucha vegetación a la luz y calor de los focos. En cualquier caso, como espeleólogos la visita era obligada.




Grutas de São Vicente.

Tomamos algo en uno de los establecimientos ya habituales de São Vicente, y cogemos del 'calhau' (playa de pedrero) un par de bolos de basalto, que nos llevamos para casa para probar la autonomía de los taladros y salir de dudas al respecto. Impresionante el caudal que bajaba el Inferno de la que regresábamos a la casa.

Y resultó que, como ya sabíamos, el basalto es una roca dura, pero muy dura la jodida. No iba a ser posible abrir las Fontes en un único ataque. Además uno de los taladros fallaba. Julio y un servidor lo abrimos, localizamos la avería, y realizamos la ñapa oportuna (muy ñapa), tras lo cual el taladro pareció volver a funcionar correctamente. En dos jornadas sí sería factible atacar el barranco, y si el caudal lo permitía teníamos cuerda bastante para instalar en fijo a partir del último escape, en plan espeleo. Nos seguía preocupando la roca 'cerro' en el tramo inmediatamente por debajo del pueblo, un tipo de roca en que los parabolts son inservibles y hay que apañarse a base de clavijas (de las que llevábamos más bien pocas) y naturales. Tanto lo leído en las guías de Antoine Florin como las explicaciones de Duarte eran coincidentes en ese punto: en esa roca porosa los parabolts no expansionan y la mejor solución son las clavijas. En fin, ya veríamos qué decisión tomar al respecto...

Por el momento lo mejor era relajarse con unas cervezas y unos billares, y prepararse para el barranco del día siguiente, el Ribeiro Frio, ubicado en una zona por la que todavía no habíamos barranqueado y descenso al que en principio parecían venirle bien las intensas lluvias de los últimos días.


(CONTINUARÁ...)

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