jueves, 23 de octubre de 2014

Nueva apertura, la Foz de la Riega l'Infiernu

¡Ah.ayádevos, cueveros!

El pasado lunes, Julio y el menda realizamos una nueva apertura por tierras de Piloña, un barranco bonito y deportivo en esta ocasión.
El día previo habíamos barajado abordar distintos descensos, bien los Abeyeros, en La Pesanca, o bien alguna de las riegas que bajan del puertu de Arenas, en Cabrales. Sin embargo, cambiamos de planes y nos dirigimos a la cabecera del ríu Color, sobre todo debido a que no nos fue posible quedar hasta el mediodía (aunque al final la actividad elegida resultó bastante larga también). El objetivo era una riega muy encajada y con cascadas que había 'descubierto' casi diez años atrás, cuando preparaba un libro de rutas por Piloña, la Riega l'Infiernu. Desde luego hasta el nombre era sugerente.

Dejamos el coche en la majada de Ogavia, a la que se accede desde el pueblo piloñés de La Matosa, en el mismo lugar que si fuésemos a descender Los Canalizos o la Foz del Ríu Grande.

El Paradañu desde el camino a Pandacéu.

Llegando al Colláu Pandacéu.

Desde Ogavia nuestro itinerario nos condujo al Colláu Pandacéu, y bordeando el Cantu Beleuteru, al Colláu Serayón, donde doblamos hacia el este bordeando por la base la sierra o crestón calizo de la Peña Tameces. Hay que decir que contamos con un día espectacular y caluroso, y que las vistas de todo este tramo hacia el norte son espectaculares: de fondo el mar y la Sierra del Sueve, más próximos los Montes de Sevares y los valles del Color y el Tendi; buenas vistas también hacia occidente, a la Sierra d'Aves con el Picu les Vízcares presidiendo la crestería...

Vistas hacia el Sueve desde las faldas de Tameces.
Rebecos en Sotameces.

Nuestro camino después dobló hacia el sur, superando tras unos tornos la crestería y alcanzando el ámbito de Sotameces, donde dejamos atrás el bosque y avanzamos por pradería. Aquí espantamos a un rebaño de rebecos, que pacían entre las yeguadas. Después nos dirigimos por Sotameces hacia el este nuevamente y siempre en ascenso, hasta ganar un horcado que nos permite sortear la sierra que cierra las praderías por el sur. Damos vista aquí a un panorama espectacular: Picos, todo Ponga con el valle de Semeldón a nuestros pies, Casu, Sierra d'Aves... todo un regalín para la mirada. Nuestro camino prosiguió en dirección al cercano Picu Cunio, aunque nos quedamos en el collado homónimo y no hicimos cumbre.

Peña Tameces, detrás el Nienu y su sierra, y al fondo
la costa entre Xixón y Villaviciosa.

Culminando nuestro ascenso, con el Cornión de telón de fondo.
La Llambria o Peña Taranes y a sus pies toda la salvaje garganta de Vallemoru.

El Cornión, el Pierzu, la Cruz de Valdoré, y el soleyeru pueblín de Carangres.

Vallina de la Riega l'Infiernu y cabecera del Ríu Color.

Una vez en el Colláu Cunio tenemos a nuestros pies la pindia vallina de la Riega l'Infiernu, poblada de denso hayedo. Al fondo del valle, dimos vista ya a los crestones calizos en los que se encaja la foz. Así pues descendimos por el valle, en el que espantamos algún venado despistado. El fondo del valle es una zona muy karstificada, con varias cuevas y sumideros que tragan el caudal de las riegas afluentes; la verdad es que tiene muy buena pinta, pero íbamos a setas, no a rolex...
Finalmente llegamos al punto donde se inician las primeras dificultades en el cauce. Desde el coche nos llevó 2 horas y cuarto a buen ritmo, con algo más de 500 m. de desnivel positivo acumulado.

La Puerte l'Infiernu.

Comimos en la cabecera del primer resalte relevante, con el cauce presidido por un majestuoso texu a la izquierda y una fantástica faya a la derecha; el lugar quedó bautizado como 'la puerta l'Infiernu'. De reseñar la gran cantidad de texos en todos estos bosques que recorrimos, lo mismo que en la propia foz.

El R1 y una de las surgencias que aportan el caudal.

Tras comer nos pertrechamos, y después de dos resaltes llegamos al primer rápel. Hay una pequeña surgencia en cabecera, y en la propia pared otras varias, y a partir de aquí el agua ya no nos abandona. Poco después el modesto R2, formado por un bloque obstruyendo el cauce. Después un tramo sin interés de 100 m. al fondo del cual una alambrada cierra el paso del ganado a la foz. Encontramos a esta altura la cadarma completa de un venado, y un servidor no se pudo resistir a llevarse la testud con la cornamenta. No diré nada de la guerra que dio, con el cráneo dentro de la saca y las cuernas asomando por fuera: Julio conserva los dos güeyos de milagro.

El R4, y numerosos troncos en el cauce.

El R5 formado por un bloque encajado en el cauce.

Traspasada la alambrada tenemos un par de resaltes de destrepe delicado y dos rápeles modestos a continuación. Un pasillo encajado, un canalizo, y tras un giro del cauce en planta comenzamos el tramo más vertical del cañón. Comienza con una sucesión de resaltes y toboganes con marmitas intercaladas. He de comentar que en este punto por poco somos atropellados -especialmente yo- por dos rebecos a la carrera barranco abajo, que se asustaron tanto como nosotros con el encuentro y que desaparecieron por las paredes de la vertiente contraria. Los resaltes y toboganes nos conducen al R6, donde la foz se encaja, y de inmediato al R7, una cascada muy estética. A continuación el R8, que es el único que nos obligó a meter anclajes artificiales, y que encadena dos resaltes.
La foz se abre un poco y nos depara una rampa resbaladiza con dos resaltes de 3 m. Nosotros destrepamos a las bravas, pero sería aconsejable montar rápel. De inmediato el R9, el último y más alto (20 m.). Y tras este rápel una escalera de toboganes con marmita que conducen a un resalte de 6 m., que debería haber sido el último rápel, pero que nosotros evitamos por la derecha, ya que se nos hacía tarde y el cauce ya permitía los escaqueos.

Tramo de toboganes y marmitas.

Cabecera del R6.

El R7, una de las cascadas más bonitas.

En este punto se abre la foz y la riega da un giro en planta, discurriendo ya por bosque más o menos abierto en busca de las aguas del río Color. Este tramo abierto por bosque debe presentar alguna otra cascada, pero ya no nos daba tiempo para continuar. En otra ocasión será. El descenso nos llevó dos horas y media, y todos los rápeles se hicieron a naturales menos uno, a un único espit. Sólo dejamos cordino y maillón en dos de los naturales, que se realizaron sobre raíces de árboles y en los que preveíamos problemas de recuperación; el resto directamente a árboles.

Asturies salvaje.

El R8 y enorme troco atascado.

Estábamos contentos y satisfechos con la actividad, pero no hubo tiempo para muchas felicitaciones, ya que aún nos esperaba un largo camino de retorno y la noche ya se nos echaba encima. El camino de regreso atraviesa un par de riegas por terreno boscoso y en el que es difícil tomar referencias, y siempre en continuo ascenso. Es posible salir a ganar el Colláu Pandacéu o el Serayón, según qué riega remontemos. Nosotros elegimos la primera opción, y llegamos al collado ya de noche tapecíu, tirando de las frontales y esquivando a un mastín ladrador. Tengo que comentar que las duras horas de actividad (junto a una semana convaleciente y a base de antibióticos) me pasaron factura y que costó sudores y muchas paradas llegar al collado. Llegamos al coche hora y media después de haber finalizado el barranco, tras habernos comido otros 350 m. de desnivel acumulado positivo. Estábamos rendidos, pero realmente muy satisfechos con la actividad realizada, un barranco en completo terreno de aventura que recordaremos por largo tiempo.

Para quien quiera repetirlo comentar que hay otro acceso posible, desde Sotameces hacia el oeste, bajando por una pindia canal hacia el cauce. Entraríamos al barranco en la base del R1, y aunque nos ahorraríamos caminata nos perderíamos la parte más vistosa de la aproximación. Nosotros no hemos bajado -obviamente- pero la canal parece practicable, aunque vestida de maleza.

¡Saludos soterraños!

domingo, 12 de octubre de 2014

Los ríos de El Calderón y de Violéu, cabeceras de la Garganta de la Güesal.

¡Ah.ayádevos, cueveros!

A primeros de julio Victoria y quien suscribe realizamos un intento de descenso de la Garganta del Ríu la Güesal (Onís) que no pudimos completar porque comenzamos muy tarde y se nos echó la noche encima, obligándonos a buscar un escape. En su momento lo contamos aquí.
Y este sábado pretendimos saldar esa cuenta pendiente con el barranco, aunque al parecer no aprendimos la lección: también en esta ocasión comenzamos tarde y -como se verá- tampoco completamos el descenso...

El Ríu la Güesal toma su nombre a partir de la confluencia de otros dos pequeños barrancos de cabecera, los del Ríu de El Calderón por la derecha (este) y el Ríu Violéu por la izquierda (oeste), siendo conocido el lugar donde ambos mezclan sus aguas como L'Amecedoriu.
En la anterior ocasión habíamos abordado la Güesal entrando por el Violéu, que es un barranquito sin rápeles y de escaso interés deportivo, pero bonito en su parte final, donde forma una escalera de resaltes y marmitas a modo de gradas. En esta ocasión abordamos el descenso por el otro ramal, El Calderón, que no conocíamos aunque sabíamos que ya había sido descendido y que no entrañaba mayores dificultades.



Dejamos el coche en el mismo lugar que la otra vez, al final de la pista que desde Benia conduce a Castru, próximos a un marcado collado. Una vez pertrechados continuamos por el camino que da continuidad a la pista y que desciende del otro lado del collado. Cruzamos un puentecillo sobre el ríu Violéu y continuamos en ascenso por la ladera contraria, un busca de otro collado evidente que forma la divisoria con la cuenca de El Calderón. Descansamos unos minutos en este collado y después emprendimos nuevamente el descenso, alcanzando el cauce de El Calderón a la altura de una alambrada que cierra el paso al ganado impidiendo que se adentre en el barranco. Desde el coche unos 20-25 minutos.

Comienza el barranco con una bonita escalera de resaltes y pequeñas marmitas, siendo el primero de ellos de destrepe delicado (ante la duda hay árboles que permiten montar un rápel). Tras un giro marcado tenemos un tramo de unos 200 m. abierto y sin interés (prados a la izquierda y vallas de alambrada en el cauce), y después encontramos un par de pequeños resaltes que nos acaban conduciendo a otro de mayor entidad, unos 4 m., que podemos rapelar desde un arbolín o evitar destrepando por la izquierda. De seguido tenemos un segundo rápel (el único obligado con caudal normal) que encadena dos resaltes con una marmita intermedia; el primero es un tobogán que se puede hacer sin cuerda y el segundo una cascada de unos 5 m. La marmita intermedia cubre, por lo que con caudal alto puede convertirse en un punto bastante problemático; sería aconsejable meter anclajes artificiales e independizar el rápel de ambos resaltes. Tras estas pequeñas cascadas el río discurre por un pasillo en las calizas que da un giro brusco en planta y que forma -junto con las cascadas anteriores- el único tramo bien configurado del descenso.
Poco después vuelve a abrirse un tanto. Tenemos un par de resaltes y una larga rampa-tobogán, y pasamos a discurrir por un tramo de garganta amplia boscosa que presenta cuevas en ambas márgenes y numerosísimas surgencias, también en ambas orillas. Tras un par de centenares de metros y un giro en planta, dejamos atrás el tramo de garganta boscosa y pasamos a discurrir por una zona más abierta y con menos vegetación, soleada y con vistas hacia el valle de la Güesal y, a lo lejos, del Güeña. Poco más allá nos encontramos otra larga rampa-tobogán, y de inmediato llegamos a la confluencia con el Violéu en L'Amecedoriu, lugar de inicio de la Garganta de La Güesal propiamente dicha.

El descenso de este tramo nos llevó algo más de una hora (lo cierto es que nos lo tomamos con calma) y nos dimos cuenta que estábamos en el inicio de La Güesal con sólo dos horas de luz por delante... ¡igual que en julio! Sabíamos pues que ya no nos daba tiempo a completar el descenso, y encima en esta ocasión no llevábamos frontales con nosotros. Así las cosas decidimos regresar hacia el coche remontando el Violéu, que ya sabíamos no entrañaba mayor dificultad y que nos llevó poco más de media hora. Llegando ya a los coches tuvimos la oportunidad de charlar un rato con varios ganaderos locales, que amablemente nos aclararon varias cuestiones toponímicas.

Lo cierto es que así planteada (descenso por El Calderón y salida remontando el Violéu) se trata de una actividad más bien "para coleccionistas" que no tiene casi interés deportivo, pero que no obstante tiene un indudable interés estético y que puede hacer pasar una tarde agradable a quienes disfruten de los lugares apartados y de naturaleza bien conservada. Es necesaria cuerda de 30 m.

En cualquier caso parece ser que no hay dos sin tres, y que habrá que regresar nuevamente para completar (esperemos que esta vez sí) el descenso del barranco de La Güesal.

¡Saludos soterraños!

Camino de aproximación.
Escalera de resaltes al comienzo del tramo.
Primer rápel opcional.
Segundo rápel.
Segundo resalte del segundo rápel.
Tramo abierto finalizando el descenso. Detrás la Garganta de la Güesal y al fondo el Ibéu.
Rampa-tobogán que da fin al tramo.
Llegando a L'Amecedoriu.
Inicio de la Garganta de la Güesal y Olla de los Conventos.

martes, 7 de octubre de 2014

La Foz del Porriñal

¡Ah.ayádevos, cueveros!

El lunes de la semana pasada cuatro escariegos -Zaida, Victoria, Julio y el menda- acometimos el descenso de la Foz del Porriñal, un barranco inédito del valle de Espinaréu, en el concejo de Piloña.
A decir verdad, hace ya un montón de años que quien suscribe tenía agüeyada esta foz, pero por una u otra circunstancia nunca le habíamos hincado el diente; ni siquiera durante el más de medio año que residí en Ferrán, a tan sólo un par de kilómetros de distancia...

Abordamos la aventurilla con dos coches. El de salida lo dejamos junto al barrio de Riquemáu, en Rifabar, justo donde se toma el desvío para Lligüeria. El coche de arriba quedó 200 m. antes de L'Omedal, en el cruce con la pista que se encamina a la capilla de Sta. Ana.
Una vez pertrechados el acceso fue corto y sencillo, todo para abajo hacia la entalladura evidente de la foz. En diez minutos estábamos a la entrada del cañón.

El barranco en sí consta de dos partes muy diferentes.
La primera se excava en calcáreo. Y bien excavada: un pasillo oscuro y estrecho en el que las coladas de toba que penden de ambas paredes llegan a tocarse. Sin embargo se trata de un tramo corto que sólo tiene un obstáculo relevante, un tobogán que nos lanza a una marmita en una salita umbría.

Pulidos y pequeños toboganes en el inicio de la foz.
Estrecho tobogán-lanzadera, principal dificultad del tramo calcáreo.
Puente formado por coladas de toba en la zona más umbría.

Tras 200 m. de recorrido la foz se abre tan bruscamente como se cerró, y pasamos a discurrir por cuarcitas en un valle encajado y pendiente, tónica de toda la segunda parte. Al poco de dejar la caliza topamos una zona más vertical que encadena dos rápeles (28 m. el mayor de ellos), y tras un par de resaltes, otro tercer rápel más pequeño que nos deposita en un pasillo relativamente encajado (para ser cuarcitas) que prosigue un centenar de metros. Tras este pasillo el barranco ofrece aún varios toboganes y numerosos resaltes (alguno de los cuales esquivamos por fuera del cauce), pero va perdiendo carácter e interés hasta que encontramos el camino de salida por la derecha, un sendero que en menos de diez minutos nos condujo a la carretera de Lligüeria, poco más arriba de donde nos esperaba el coche.

Uno de tantos pequeños toboganes del tramo en cuarcitas.
Cabecera del primer rápel, el mayor del descenso.
El segundo rápel.
R1+R2 (28+26 m.), la parte más vertical del descenso.
Tercer rápel y pasillo en las cuarcitas.

Todo parece indicar que es el primer descenso del barranco, pero es difícil afirmarlo dadas las características -y lo evidente- del mismo. Nosotros sólo metimos un pitón en el tercer rápel, los otros dos a árboles (dejamos cordino y maillón). Para quien quiera repetirlo comentar que lleva agua todo el año y que el descenso se hace en algo menos de dos horas, siendo tanto aproximación como regreso muy cómodos con dos coches. Y que aunque se trata de un barranco modesto en cuanto a interés deportivo, lo cierto es que puede servir para echar una media jornada entretenida, como fue nuestro caso.

Las fotos que ilustran el post son de Julio Montes.

¡Saludos soterraños!