Lo prometido es deuda, así que proseguimos con la crónica de las exploraciones realizadas en 2022. Si en la anterior entrada narrábamos las actividades del verano, hoy toca turno a las desarrolladas en el otoño. Como de costumbre sólo nos referiremos a las salidas de exploración y topografía en nuestras zonas de trabajo, sin entrar a comentar otras salidas de espeleo de tipo deportivo o formativo (que también las ha habido).
27 de septiembre:
Clara y Pablo regresamos a La Llera en una salida en horario vespertino y de menor duración de lo habitual, lo que nos decidió a encaminarnos a la Cueva la Boriza —que habíamos localizado y explorado someramente con Carmen unas semanas atrás— y emprender su topografía. Teníamos algunas referencias de la cueva, y sabíamos que en la anterior visita no habíamos dado con el paso que debía comunicar con las otras bocas con que cuenta esta modesta red. Esta vez, con más calma que en la anterior ocasión, fuimos revisando los distintos vericuetos de la cueva mientras avanzábamos con la topografía.
La cueva cuenta con una galería de entrada amplia, con viejas formaciones y varios ramales, a cuyo fondo un resalte ascendente y un paso estrecho enmarcado entre concreciones da lugar a un cruce de galerías. Desde aquí un ramal regresa a la galería de entrada, y otros dos, mediante sendas estrecheces, acaban conduciendo a una sala amplia con algunos bloques. Esta sala asciende hacia el sureste hasta alcanzar el exterior mediante dos pequeñas bocas, y presenta además una chimenea en su centro que también comunica con el exterior. Hacia el oeste progresa estrechándose, hasta convertirse en gatera, y tras un corto trecho conduce igualmente al exterior a través de otra boca.
Habiendo explorado la cueva por completo, y habiéndola topografiado en su mayor parte (255 m de desarrollo), emprendimos el regreso. Como ya presentíamos tras la primera visita, parece que esta cavidad fósil no tiene relación con la Galería Pilar de la Cueva de Ḥoulagua.
12 de octubre:
Una vez más, Clara y Pablo regresamos a La Llera; en esta ocasión al Sistema Ḥoulagua-Matas-Molín. Entramos por Torca las Matas y nos fuimos a la zona de la Buhardilla, con intención de topografiar lo que quedaba por aquel sector y recuperar una cuerda que teníamos allí y que pretendíamos llevarnos para ir a revisar la Barbería en busca de un paso hacia las galerías post-sifón. Pero al final en la Buhardilla quedaba pendiente más de lo que pensábamos, y finalmente no llegamos a la Barbería; los planes están para cambiarlos, ¿o no?
En cualquier caso, se concluyó la topo de todo aquel sector (dejando sólo pendiente alguna posible desobstrucción) así como de los ramales que quedaban en la zona previa a la chimenea por la que se accede la Buhardilla, donde aún manteníamos varias incógnitas. Sin duda, el sector norte de Torca las Matas ha resultado ser una de las zonas más complejas y enrevesadas de toda esta red. Concluimos el día con poco más de un centenar de metros de topo, bien arrastrados. Y con ellos, ahora sí, hemos superado los 6 km de desarrollo en el Sistema Ḥoulagua-Matas-Molín, que queda en 6101 m. Recuperamos, además, buena parte del material con el que teníamos equipada aquella parte de la cueva.
1 de noviembre:
De nuevo a La Llera, en esta ocasión Carmen y Pablo. Dado que el disto se niega a funcionar como es debido, decidimos abordar la revisión de una cavidad que aún no habíamos visitado y a la que un servidor tenía muchas ganas: la Torca LL-15. Íbamos bastante cortos de material, aunque dadas las características de las cavidades de La Llera tampoco nos preocupó demasiado (lo que fue un error, como se verá).
Instalamos el pozo de entrada, de 9 m, y nos llevamos la primera sorpresa: el cadáver de una cabra en descomposición. Fedía bastante, pero aún así decidimos continuar. En el fondo del pozo, un estrecho ojal nos lleva a una segunda vertical, más estrecha y menos profunda que la primera. Abajo una galería de escaso desarrollo. Volvemos al segundo pozo y ganamos una ventana a un par de metros sobre el suelo. Un corto pasaje meandriforme y llegamos a un tercer pozo para el que ya no tenemos cuerda. Barajamos las opciones y decidimos regresar a los coches a por más cuerda. Así pues, salimos por encima de la cabra muerta, y un rato después volvimos a cruzar por encima de ella de nuevo en descenso y conteniendo las náuseas. En fin, instalamos la tercera vertical y accedemos a una galería amplia que continúa en diversas direcciones. Primero exploraríamos una galería cómoda, muy concreccionada en su parte final. Desde ella accederíamos por un pasaje lateral a una sala amplia y de techo elevado (12-15 m) de la que a su vez parten numerosas posibles continuaciones. Por la parte alta de esta sala comunicamos con un laberinto de pequeños meandros que parecen situarse muy cerca de la superficie, a juzgar por las corrientes de aire y las raíces.
De nuevo a La Llera, en esta ocasión Carmen y Pablo. Dado que el disto se niega a funcionar como es debido, decidimos abordar la revisión de una cavidad que aún no habíamos visitado y a la que un servidor tenía muchas ganas: la Torca LL-15. Íbamos bastante cortos de material, aunque dadas las características de las cavidades de La Llera tampoco nos preocupó demasiado (lo que fue un error, como se verá).
Instalamos el pozo de entrada, de 9 m, y nos llevamos la primera sorpresa: el cadáver de una cabra en descomposición. Fedía bastante, pero aún así decidimos continuar. En el fondo del pozo, un estrecho ojal nos lleva a una segunda vertical, más estrecha y menos profunda que la primera. Abajo una galería de escaso desarrollo. Volvemos al segundo pozo y ganamos una ventana a un par de metros sobre el suelo. Un corto pasaje meandriforme y llegamos a un tercer pozo para el que ya no tenemos cuerda. Barajamos las opciones y decidimos regresar a los coches a por más cuerda. Así pues, salimos por encima de la cabra muerta, y un rato después volvimos a cruzar por encima de ella de nuevo en descenso y conteniendo las náuseas. En fin, instalamos la tercera vertical y accedemos a una galería amplia que continúa en diversas direcciones. Primero exploraríamos una galería cómoda, muy concreccionada en su parte final. Desde ella accederíamos por un pasaje lateral a una sala amplia y de techo elevado (12-15 m) de la que a su vez parten numerosas posibles continuaciones. Por la parte alta de esta sala comunicamos con un laberinto de pequeños meandros que parecen situarse muy cerca de la superficie, a juzgar por las corrientes de aire y las raíces.
Resumiendo: estuvimos explorando lo que nos parecieron los ejes principales de la cavidad, dejando pendientes numerosas incógnitas. Una cueva muy compleja y laberíntica, y también muy concreccionada y muy bonita, que intuimos puede ofrecer mucho más de lo que en esta ocasión hemos explorado. Eso sí, tendrá que ser para cuando el cadáver de la cabra —sobre el que tuvimos que cruzar una vez más para salir de la torca— se descomponga por completo. Salimos desinstalando.
12 de noviembre:
En esta ocasión nos juntaríamos Clara y Pablo, con unos planes bastante abiertos. La idea principal era ir hasta la Barbería de Torca las Matas, a revisar una estrechez ventilada en busca de la conexión con la zona post-sifón. Pero de camino a Las Matas pretendíamos parar en la LLR-10 para continuar con los trabajos de desobstrucción en la estrechez sopladora en la que unos meses atrás habíamos estado trabajando Julio, Carmen y Pablo. Decidimos destinar una batería del taladro a la LLR-10, y reservar la otra batería por si la necesitábamos en la estrechez de la Barbería.
Dicho y hecho: en la Cueva LLR-10 estuvimos turnándonos con el martillo hasta que el menda probó a colarse por el agujero descendente, lográndolo no sin esfuerzo y cayendo en un mísero hueco con techo de roca madre y lecho de bloques en el que a duras penas conseguí darme la vuelta. Una grieta descendente me permitió bajar hasta otro mísero hueco con lecho de arena, del que la corriente de aire (intensa en esta ocasión) se escapa por una estrechez entre bloques que parece ofrecer continuidad del otro lado pero que necesitaría desobstrucción. Ya bastante agobiado, me pongo a atravesar la primera estrechez, ahora en ascenso, y nanay, que el cuerpo no pasa. Tuvo que pasarme Clara el taladro y darle un buen rato hasta que finalmente logré salir.
Marchamos de allí con una sensación agridulce. La corriente de aire es intensa y no nos encontramos lejos de las galerías post-sifón de Ḥoulagua y el Molín, pero una hipotética desobstrucción sería sin duda laboriosa. Recuerda mucho a lo que hace años nos sucedió con la Cueva l'Arite y el Sistema Pradón-Ḥonfría.
En esta ocasión nos juntaríamos Clara y Pablo, con unos planes bastante abiertos. La idea principal era ir hasta la Barbería de Torca las Matas, a revisar una estrechez ventilada en busca de la conexión con la zona post-sifón. Pero de camino a Las Matas pretendíamos parar en la LLR-10 para continuar con los trabajos de desobstrucción en la estrechez sopladora en la que unos meses atrás habíamos estado trabajando Julio, Carmen y Pablo. Decidimos destinar una batería del taladro a la LLR-10, y reservar la otra batería por si la necesitábamos en la estrechez de la Barbería.
Dicho y hecho: en la Cueva LLR-10 estuvimos turnándonos con el martillo hasta que el menda probó a colarse por el agujero descendente, lográndolo no sin esfuerzo y cayendo en un mísero hueco con techo de roca madre y lecho de bloques en el que a duras penas conseguí darme la vuelta. Una grieta descendente me permitió bajar hasta otro mísero hueco con lecho de arena, del que la corriente de aire (intensa en esta ocasión) se escapa por una estrechez entre bloques que parece ofrecer continuidad del otro lado pero que necesitaría desobstrucción. Ya bastante agobiado, me pongo a atravesar la primera estrechez, ahora en ascenso, y nanay, que el cuerpo no pasa. Tuvo que pasarme Clara el taladro y darle un buen rato hasta que finalmente logré salir.
Marchamos de allí con una sensación agridulce. La corriente de aire es intensa y no nos encontramos lejos de las galerías post-sifón de Ḥoulagua y el Molín, pero una hipotética desobstrucción sería sin duda laboriosa. Recuerda mucho a lo que hace años nos sucedió con la Cueva l'Arite y el Sistema Pradón-Ḥonfría.
Haciendo elucubraciones nos marchamos para Torca las Matas. Por no cargar peso extra dejamos la batería agotada en la Sala del Polvorín, bajo el pozo de entrada. Nos quitamos también los equipos de vertical, que ya no necesitaríamos hasta llegar a la Barbería, e iniciamos nuestro periplo por la cueva: Galería Oriental, Galería Inferior, Conexión del 97, continuación de la Galería Inferior, y finalmente la Barbería, cuyo acceso equipamos. Ya en la Barbería nos fuimos directamente a la estrechez ventilada, que superamos rápidamente, aunque tan sólo para encontrar otra segunda estrechez en la que también tuvimos que trabajar sin lograr finalizar la labor antes de agotar la batería del taladro. Habrá que regresar, ya que se aprecia continuidad algo más amplia.
Una vez concluida la labor que nos habíamos propuesto, tocaba emprender el regreso. No nos apeteció cruzar otra vez con todos los bártulos las estrecheces de la Conexión del 97, y finalmente decidimos salir por la LL-11, un recorrido bastante más largo pero, también, bastante más cómodo y bonito.
Una hora después estábamos en la calle. Antes de emprender el regreso definitivo, y ya pensando en nuevas exploraciones, decidimos buscar la boca de la cercana Torca LL-03 que localizamos tras un rato de pelearnos con la maleza.
Una vez concluida la labor que nos habíamos propuesto, tocaba emprender el regreso. No nos apeteció cruzar otra vez con todos los bártulos las estrecheces de la Conexión del 97, y finalmente decidimos salir por la LL-11, un recorrido bastante más largo pero, también, bastante más cómodo y bonito.
Una hora después estábamos en la calle. Antes de emprender el regreso definitivo, y ya pensando en nuevas exploraciones, decidimos buscar la boca de la cercana Torca LL-03 que localizamos tras un rato de pelearnos con la maleza.
18 de noviembre:
Quien escribe estas líneas se acercó ese día hasta Torca las Matas para recoger la batería del taladro que habíamos dejado allí olvidada. Bajar el pozo de entrada, recuperar la batería, y volver a salir. Plis, plas.
Y con esto concluimos la crónica de las exploraciones desarrolladas en 2022.
A modo de resumen podemos destacar:
- La continuación de los trabajos en el Sistema Ḥoulagua-Las Matas, que finalmente se ha logrado conectar con la Cueva'l Molín, quinta boca de la red, y que alcanza los 6,1 km de desarrollo.
- La consecución de los trabajos en el Sistema Furtivu-Ḥuraquín, que alcanza los 2,3 km de desarrollo topografiado, y cavidad en la que se completó una larga (e infructuosa) desobstrucción.
- Revisión y topografía parcial de la Cueva LL-31, con 240 m de desarrollo, y la Cueva la Boriza, con 255 m de desarrollo.
- Topografía de otras cuevas menores de La Llera, como la Cueva LLR-06 (27 m), la Cueva LL-10 (37 m), y el Torcu LLR-03 (11 m), y revisión de otras cavidades como la Cueva LL-20, la Cueva de Ḥousanchi, o la Torca LL-15. Además se han abordado trabajos de desobstrucción en Cueva Tapada y la Cueva LLR-10.
- Más allá del karst de La Llera, en la zona de exploración de Onís hemos regresado a la Cueva de Pruneda, abordando la única incógnita pendiente. Ahora sí damos los trabajos en esta cueva por concluidos, dejando la topo en 1143 m de desarrollo, y -76 m de profundidad.
En próximas entradas, más.
Las fotos que ilustran este post son de Pablo Solares, Clara Zazo y Carmen Montejo. Los textos, del primero de ellos.
¡Saludos troglobios, troglófilos y trogloxenos!
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